“20 de
abril del 90”. Así da comienzo una famosa canción de hace veintitantos años
largos. La letra del grupo Celtas Cortos hablaba sobre el paso del tiempo y
también decía así: ya no queda casi nadie de los de antes y los que hay han
cambiado. El tiempo y sus estragos son uno de los temas fundamentales de la
poesía en general y del poeta que hoy nos acompaña en particular.
Abril
es un mes hermoso pero es territorio donde habita el recuerdo y la melancolía.
Abril promete sol pero suele llevar a rastras jirones de invierno, jirones de
pasado. “¿Quién me ha robado el mes de abril/ lo guardaba en el cajón/ donde
guardo el corazón” decía también otra canción de aquellos tiempos, cuando los
viejos éramos jóvenes y muchos de vosotros no habíais nacido.
También
dice el refrán que en abril, aguas mil,
y es la lluvia la que nos trae esta atmósfera de ligera tristeza y poesía de
una tarde como la de hoy. Esta lluvia que nos hace pequeños pero más humanos,
más cobijados en nuestros pensamientos esenciales.
Todo
esto viene a cuento porque fue don Jaime quien eligió venir en abril cuando a
principios de curso le pedí que se sumara a esta iniciativa poética. Me dijo
que mejor en abril, que le gustaba este mes, no sé si por estas razones que me
ha sugerido la tarde y su cielo plomizo o por otras diferentes.
Lo
primero, después de esta breve introducción de tema primaveral, es darle las
gracias a Jaime a quien tuve el gusto de conocer hace ya seis años, en febrero
de 2010. Tuvimos suerte de que nos tocara preparar su presentación para el Aula
Díez-Canedo ya que, al ser vecino de la ciudad de Badajoz, pudimos reunirnos
con él antes de dicha cita, que tuvo lugar el 18 de febrero de ese año.
Desde
el principio se mostró como es: amable y cercano. Enseguida se puso a nuestra
disposición y nos dedicó todo el tiempo que nos hizo falta para que pudiéramos
realizar su presentación de tal manera que llamara la atención al exigente
auditorio de la Díez- Canedo. Quedamos primero una tarde en el Café Central y
después aquí en el colegio. Así que el 18 de febrero de 2010 teníamos todo
preparado: se realizó una entrevista fingidamente espontánea que agradó a los
que allí estaban.
Este
motivo, el de haber conocido a una persona entrañable, servicial y buena, ha
sido el que me ha llevado a abusar otra vez de su confianza pidiéndole que está
aquí esta tarde con nosotros.
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